Agua Quemada es una pieza escénica de autoficción que indaga sobre la migrancia y la memoria, los desplazamientos y las operaciones del recuerdo. Es el resultado de un profundo trabajo con la memoria y el dolor que, para Jairo, implican su origen y territorio: “ser colombiano es nacer con una herida puesta. Oro, agua y sangre. Heridas que quedan abiertas y se van secando y abriendo, secando y abriendo. Aparte de eso que podemos tocar, también habita aquello que no podemos rozar, que se cocina y echa humo: la melancolía, la tristeza, el miedo, el dolor, la alegría y el gozo. Las memorias son la sustancia de ese piso de nuestra propia tierra, que a veces llamamos país y a veces cuerpo”.

Agua Quemada se instala en un pueblo de la cordillera de la Patagonia Argentina, y recupera las voces, lugares, historias y memorias de las cicatrices de un cuerpo, en un país que lleva más de medio siglo en conflicto. La guerra, el cuerpo como campo de batalla, la vergüenza, el olvido, el dolor, el recuerdo y la niñez. 

El dispositivo escénico se interroga sobre la memoria y la migrancia, sobre aquello que viaja en uno. Sin artificios ni efectos, un actor comparte su presencia liminal y extraordinaria como una bocanada de aliento, como agua que se quema en una ceremonia íntima con el público.

En escena y dramaturgia:
Jairo Bedoya

Asistencia dramatúrgica y de dirección:
Nené Guitart

Dirección:
Darío Castro

Diseño sonoro:
Ignacio Cantú

Diseño escenográfico:
Julio Cesar Calvo

Iluminación:
Federico Murtagh